Esa tarde lloviznaba. Era bien clima de otoño, con ese vientito que apenas. Apenas una brisa húmeda que arrastra la llovizna. Estaban sentados en un parque y se miraban. Después de tanto tiempo decía él, nos volvemos a encontrar. Ella sonreía como si en realidad no importara lo que él estaba diciendo. Entonces el cielo se puso rojo. Y la plaza se fue encorvando hacia abajo hasta que él desapareció en un pliegue del suelo. Engullido por el césped verde que después retomaba su horizontalidad acostumbrada al tiempo que el cielo se ponía gris otra vez.
Y ella abría los ojos. Y estaba en su cama y eran las ocho de la mañana. Y otra vez había que levantarse.
1/7/08
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