Entró. Como conocía la casa pudo avanzar en la oscuridad sin dificultad. Cuando llegó a la puerta del cuarto donde dormía Leticia se detuvo. Miró un rato la madera blanca, el picaporte dorado, y sonrió ante la idea de que ella estuviera tan cerca.
Afuera el viento de esas noches de Agosto, con lluvia y todo. No había sido difícil encontrarla. De alguna manera sabía que ella estaría esa noche allí.
Con un imperceptible ruido entró en el cuarto.
Leticia estaba ahí, dormida boca arriba. La lluvia golpeteaba en el vidrio de la ventana.
La miró. La miró como la miraba entonces. Pero sin dolor, sin odio y sin ganas. Y apretó cinco veces el gatillo. Y una lágrima inútil rodó por su mejilla.
18/6/08
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