Y ahora sus ojos de un verde confuso, y su tos, y verla desnuda acariciarse en silencio, desde mi sillón. Desde una lejanía que se parece al ensueño de su cuerpo en noches que ya me quedan lejos. Sobre todo, sus senos alrededor de mi sexo. Una trampa perfecta, un dejarse-ir-en-la-vorágine-de-su-cuerpo.
Y el gusto entre sus piernas. Y verla arquearse cuando la beso en esos otros labios. Entonces, toda el alba se me viene encima como una avalancha.